Ya no basta con meter un puñado de arena en un frasco o comprar un imán de nevera para evocar la añorada ciudad de nuestras vacaciones. Los turistas más osados, o los más 'adoquines', optan por arrancar nada menos que un adoquín del piso público y meterlo en la maleta de vuelta a casa como souvenir de peso.
Según informa Tourinews, la alarmante moda ha sido denunciada por Franky Demon, concejal del Espacio Público de la ciudad de Brujas (Bélgica), que ve con estupor cómo los adoquines de su ciudad van menguando como los negritos de Agatha Christie. “Los adoquines están desapareciendo”, se lamenta Demon, mientras las preciadas losas del pavimento abandonan la ciudad, hurtadas por sus visitantes cual pepitas de oro.
La fuga de adoquines no es pequeña, pues se esfuman entre 50 y 70 al día en esta ciudad, como desaparecidos por brujas, sembrando las calles de baches que ponen en peligro a los viandantes y mantienen a los trabajadores municipales en un sinvivir.
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