Alaska Airlines ha tenido que lidiar con dos incidentes en un corto período de tiempo, lo que ha puesto en entredicho la seguridad de sus operaciones.
El primero ocurrió en un vuelo de Boeing 737 MAX 9, en el que un fallo en una puerta lateral provocó una despresurización y el consecuente aterrizaje de emergencia. La investigación reveló que se trataba de un defecto de diseño.
En otro vuelo más reciente, el 8 de agosto, un piloto sin la experiencia necesaria para aterrizar en el aeropuerto de Jackson Hole (estado de Wyoming, Estados Unidos), conocido por sus complicaciones para tomar tierra por el sistema montañoso que lo rodea y las condiciones meteorológicas poco óptimas, desvió el avión a Salt Lake City (estado de Utah, Estados Unidos). El trabajador se sinceró con los pasajeros: “Lo siento, no estoy cualificado para aterrizar”. Este anuncio, sin duda, causó inquietud entre los pasajeros.
Una hora más tarde, un nuevo piloto tomó los mandos del avión y lo llevó al destino programado.
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