González Byass, la principal productora vitivinícola jerezana, ha decidido recuperar una tradición de siglos para dar a sus caldos una cualidad inimitable. Así, de su mano vuelven los llamados vinos de ida y vuelta, que se logran embarcando cubas en largas expediciones transoceánicas para que el líquido obtenga unas características únicas.
Según informa El País, esta fórmula se remonta al menos a los tiempos de Cristóbal Colón, cuando las bodegas de los navíos iban atestadas de vino, que maduraba de manera especial con el vaivén marítimo. Así, tanto las primeras expediciones hacia el Nuevo Mundo como las tentativas de circunnavegar la Tierra llevaban a bordo más vino que agua.
Pronto se descubrió que el vino embarcado adquiría unas peculiares características, que lo hacían muy preciado. Las productoras apreciaron que el líquido sufría un envejecimiento acelerado en alta mar, de forma que su precio de venta era tres, cuatro o cinco veces mayor que el habiual. Ahora, para distinguirse de la competencia, González Byass recupera esta fórmula oceánica.
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