A veces el tamaño sí que importa. El pasado 3 de junio un avión procedente de Filadelfia fue rechazado por el aeropuerto de Nápoles, donde debía tomar tierra, por ser dos metros demasiado grande. La aeronave fue desviada a Roma, donde finalmente aterrizó.
Según informa xataka, el avión rechazado por el aeródromo napolitano era un Boeing 787-9, cuya longitud se extiende hasta los 63 metros de largo, cuando ese aeropuerto solo puede acoger aeroplanos con una longitud máxima de 61 metros. Esto provocó el inesperado desvío del vuelo hacia la capital italiana, cuyo aeropuerto sí está habilitado para al aterrizaje de aviones más grandes.
Extraña que esta limitación fuera pasada por alto por la aerolinea American Airlines cuando decidió que, por motivos operativos, un Boeing 787-9 iba a operar la ruta Filadelfia-Nápoles que mantiene abierta. Habitualmente, este trayecto lo realiza un Boeing 787-8, seis metros más pequeño aunque con la misma envergadura de 60 metros.
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